Friday, April 5, 2019

Entrevista a Luis Hernán Castañeda 3er Festival del libro hispano (13 de abril de 209)

Foto cortesía de:Mario Colán. Entrevista exclusiva para el Festival del libro hispano de Virginia. Por Hemil García Linares

1) Perú no es una capital literaria como sí lo fue Buenos Aires antes que Barcelona la desplazara durante el boom. Es más, se dice que es uno de los países donde se lee menos. ¿Por qué decides estudiar lingüística y literatura en un país con escasas oportunidades para las letras? ¿Era la excusa perfecta para dedicarte a escribir?
Fue una decisión bastante personal e intuitiva. Yo sentía la necesidad de escribir y pensé que estudiar la carrera de Literatura sería la mejor decisión para aprender sobre ese mundo que me fascinaba tanto. Me preocupaba el contexto nacional, la situación de la cultura y dentro de ella la del escritor, pero no lo suficiente para desviar el rumbo de lo que realmente quería hacer. Por suerte, además, hubo un entorno favorable, mis padres me apoyaron y encontré rápidamente un grupo de pares interesados en los mismos temas. De manera que nunca me sentí solo ni perdido en un desierto cultural. Luego, por razones académicas, viajé a Estados Unidos, donde seguí estudios de doctorado. De alguna manera siempre, desde los primeros años en la Universidad Católica, asumí que mi destino profesional estaría fuera del país. Tampoco en Colorado, donde terminé estudiando, me sentí apartado o carente de oportunidades. Afortunadamente siempre pude seguir publicando mis libros en el Perú y participando en el debate cultural de allá. Es verdad que el mundo del libro peruano no es el más grande ni próspero del mundo, pero lo he visto crecer y desarrollarse mucho en estos últimos quince años.
2) En una entrevista en El Comercio de Lima mencionas que a los 36 te sentías ya un veterano en la literatura, ¿Qué elementos del entorno permiten que un muchacho de 20 años, estudiante universitario, no solo escriba una novela, sino que logre publicarla?  ¿Cuándo llegó ese convencimiento para decir “seré escritor, esta será mi profesión?
Sí, fue una broma, en realidad, pero dice algo que es cierto. Mi primera novela, Casa de Islandia, se publicó en Lima en el 2004, cuando yo tenía veintidós y era todavía un estudiante. Creo que fue un proyecto grupal, y que, si yo no hubiera encontrado a mi alrededor a otras personas, otros escritores que compartían el mismo sueño, me habría tardado más en publicar. Pero hubo una confluencia de circunstancias favorables: para empezar, un grupo de jóvenes que nos tomamos en serio la idea de escribir y que lo hemos seguido haciendo; entre ellos, Johann Page y Edwin Chávez. También, y esto fue clave, hubo personas interesadas en editar, lo que simplificó las cosas. Todo se dio de una manera muy gradual, natural y orgánica. En cuanto a la decisión de ser escritor, de asumir esa tarea como una vocación que define mi vida, eso nació poco antes de ingresar a la universidad y fue consolidándose en ella. Lo primero fueron las historias, la necesidad de contarlas, y luego se trató de ir encontrando los contextos para llevar a cabo esos deseos. Repito: creo que para que esto se dé, es necesario contar con un grupo, unir fuerzas. Por eso pienso que el festival que ustedes organizan, que tú organizas, es algo muy importante.
3) Permíteme (y discúlpame) traer la frase “don’t judge a book by its cover” y trasladarla realmente al plano literario, ¿Se puede juzgar a un libro por la portada? ¿Qué tan importante es una portada para ti? ¿Te involucraste en el proceso de la portada de Mi madre soñaba en francés o algunos de tus libros anteriores?
Es gracioso que lo digas, porque en una época unos amigos y yo tuvimos un blog que se dedicaba a analizar y valorar las portadas de los libros. Yo creo que sí, es posible juzgar un libro por su carátula, estas dicen mucho o, en todo caso, tienen el potencial de hacerlo si están bien pensadas. Interactúan con el texto e incluso transmiten mensajes que son interpretables. Siempre he procurado involucrarme en el proceso de selección de las portadas y por suerte mis editores siempre han solicitado mi opinión. Me importan mucho esas imágenes, creo que condensan el sentido de un libro, son un repositorio de emociones y también una especie de memoria. Después de que publico un libro, mi recuerdo de él, que va desdibujándose o quizá rehaciéndose con el tiempo, se vuelve indesligable de la portada con la que apareció: de su color, sobre todo. De todas maneras, hay textos fantásticos que no tuvieron la buena suerte de salir escoltados por una portada que les hiciera justicia.
4) Radicas en Vermont, un lugar de verdor, nieve y montañas, tan diferente a la selva de concreto que es Lima, ¿al unir ambos universos en tu obra retornas al lugar donde empezaste a formarte como escritor?
En mi pensamiento como escritor, quiero decir en esa actividad imaginativa permanente de la que van saliendo los libros, hay un juego constante con esos dos lugares que mencionas, un diálogo entre el sitio del que vengo y aquel en el que vivo. De ese encuentro, o a veces choque, nacen muchas historias, porque no es solo una cuestión espacial: tiene que ver con el tiempo, la memoria y la nostalgia. Es cierto que en apariencia son dos lugares muy diferentes, pero en la experiencia vital cada persona va buscando los entornos que mejor se adaptan a su carácter e inclinaciones. En Lima, una ciudad de diez millones de habitantes, siempre busqué los espacios de soledad, los rastros de naturaleza, el mar. Además, mi padre es de Ica y siempre viví con un ojo mental en el desierto. Ahora vivo en un desierto verde, a veces nevado, y lo aprovecho lo mejor que puedo, caminando por el bosque, por ejemplo. Pero en esas caminatas no estoy únicamente en Vermont, mi memoria y mis afectos viajan al Perú, a recuerdos y sensaciones que van desfilando y transformándose, mezclándose con mis alrededores actuales, y forjando otra cosa. Aunque es un lugar común, creo que los escritores vamos creando nuestras patrias literarias. Vivimos dentro de nosotros mismos, como dice esa canción de Charly García.
5) Hace poco, hablando del exilio, un filosofo me dijo que una persona intelectual que ha viajado a más de un país, al saber dos idiomas o más, al conocer varias culturas le es más fácil adaptarse a otra realidad. ¿Has experimentado algún proceso de exilio y aculturación? ¿Crees que un escritor inmigrante realmente se asimila por completo?
Sí, por supuesto que es una gran ventaja manejar otros idiomas y tener una visión de otras culturas para así poder no sé si adaptarse plenamente, pero al menos tratar de convivir en buenos términos con el lugar de acogida. En mi caso, van a cumplirse trece años que vivo fuera del Perú, en Colorado y en Vermont, y he pasado por diversas fases en mi relación con Estados Unidos: fascinación, rechazo, aceptación, entendimiento. Distintos momentos de desilusión y entusiasmo. Es una relación viva, cambiante, que se va modificando a medida que cambia este país, cambia el Perú, cambio yo. Lo mío no es un exilio pues me fui voluntariamente para mejorar mi situación profesional. Además, tenía la secreta intuición de que para convertirme en escritor necesitaría pasar por un proceso de desfamiliarización, tanto de la experiencia como del lenguaje. Para alguien que quiere crear, literatura o lo que sea, estar fuera de sitio, probar con nuevas perspectivas, es un ejercicio sumamente enriquecedor. Para responder a tu última pregunta, eso depende de cada escritor, pero en mi caso personal huyo de la palabra “asimilación”. Me siento bien en este país, pero no vivo solo aquí: literariamente, emocionalmente, algunos meses del año físicamente, vivo en más de un lugar a la vez.
6) El académico Paúl Baudry ha dicho que tu novela “explora los mecanismos del rencor por parte de un hijo que intenta explicarse el desapego de sus padres a través de una pesquisa lingüística donde la figura de César Moro, el poeta peruano que abandonó el español por la lengua de Voltaire”. A partir de allí reparo que \ Juan, el personaje central, estudia gallego y alemán. También se cita a Vermont (y al Burlington Internationional Airport de ese estado). Tú hablas ambos idiomas, vives en Vermont, ¿Esto es solo un elemento lúdico o Juan tiene algo de ti y viceversa?

Algunos escritores escriben sobre lo que conocen, como, por ejemplo, Raymond Carver, que en un momento me gustó mucho. Otros escriben sobre lo que desconocen, para poder suponerlo y crearlo todo, como César Aira, que también me entusiasma. En mi caso, escribo sobre lo que sueño, tomo en serio mis desvaríos, y muchas veces el objeto de esos sueños es mi propia subjetividad, sobre todo a la hora de crear narradores. Hago experimentos con mi yo, por decirlo de alguna manera, lo cual es muy lúdico y a la vez muy serio, porque de lo contrario no lo encontraría interesante. Hay un término que se ha banalizado pero que en algún momento tomé para dar una idea de lo que quiero hacer con mi escritura: autoficción, etiqueta con la que ya nadie se quiere asociar porque se ha comercializado y vaciado de sentido. En cualquier caso, quizá todavía contenga esa idea esencial, la de hacer ficción a partir del yo. En Mi madre soñaba en francés, ese yo tiene ciertas experiencias mías, pero es otro. Puede ser el lector, como cuando leemos poesía y nos identificamos con el sentimiento y las peripecias del yo lírico. Una vez le escuché decir algo hermoso a Jorge Edwards: la ficción es memoria, pero en libertad.

7) ¿Por qué esa intertextualidad con la obra de Moro, el poeta peruano, surrealista que escribía en francés incluso estando en México y en su retorno al Perú? ¿Me refiero a la conexión literaria, existe un elemento surrealista en la obra de Luis Hernán Castañeda? Digo…la palabra sueño y el Surrealismo van de la mano.

Moro es un héroe literario. Creó un mito a partir de su vida. Siempre me ha fascinado, tanto por su ida como por su retorno: una vuelta muy ligada a la madre, además, tema que explora Mario Bellatin en Efecto invernadero. Pero en principio me interesa por la ida, el deseo de salir y dejarlo todo atrás. Creo que esa ética es importante para el escritor, incluso cuando piensa en sus libros y en la trayectoria que quiere trazar: pasar de uno a otro es también olvidar, transitar, recomenzar. Hay una tendencia a apegarse a lo conocido, a repetir fórmulas exitosas, cosa que debe ser compensada con una sana dosis de exploración. Como figura, entonces, sienta un ejemplo que encuentro productivo, y además su poesía es fantástica. Es el surrealista peruano por excelencia, como dices. Lo que me ha interesado del surrealismo a mí, como creador, es un punto en particular: la idea de que el inconsciente es cognoscible, explicable, interpretable, y que podemos utilizar sus reglas como un modelo de creación. De ahí que me guste tanto usar el montaje y la yuxtaposición como dispositivos narrativos, por eso el sueño aparece tanto en mi escritura como un tema, sí, y además como una herramienta que da estructura. La narrativa que más disfruto es esa que nos señala una otredad, la literatura “rara” como le llaman los uruguayos.

8) Me fascina el juego y la complicidad que propones con los E-mails entre Stephanie Grenz y Adler Pelletier. ¿Cual sería un precursor a este tipo de “epístolas”? ¿Cartas a un joven poeta de Rilke, Boquitas Pintadas de Puig?,
me refiero a experimentar comunicando con otro formato que no sea la narración tradicional o los diálogos directos o indirectos de una novela.

Lo primero que escribí fue el relato del narrador principal. Después me di cuenta de que para transmitir los mensajes que quería comunicar, me hacía falta una contraparte femenina. ¿Cómo introducirla de manera que le diera aire al relato, que introdujera una variante? Se me planteó un problema narrativo. La primera respuesta que surgió, o que en realidad fue surgiendo poco a poco, fue la voz de Stephanie, que empecé a escuchar fuerte y claro. La voz de Adler se construyó después, un poco por oposición: la maestra y la alumna, por decir. ¿Cómo hacer entonces que ellas dos entren en diálogo, que conversen y a la vez vayan contando la historia desde su perspectiva, llenando los vacíos dejados por Juan Cortés, el narrador principal masculino? El modelo epistolar clásico, pero actualizado bajo la forma del email, se me presentó como una opción con varias ventajas. Pensé en una novela epistolar hermosa que estaba leyendo en ese momento: Las cartas chinas de Ying Chen. No faltan las novelas contemporáneas escritas a manera de correos electrónicos, es casi un lugar común de nuestra época. Yo quise darle a esta modalidad un sabor arcaico, ojalá que sorpresivo, introduciendo un tono romántico, reflexivo y demorado que ya no solemos encontrar en los emails del presente. Un tono de diario, de confesión y de carta de amor, tal vez. Hay una búsqueda vintage ahí.

9) Nos consideramos un festival pequeño, íntimo, pero que ha traído a autores como Alberto Chimal y que organiza talleres de literatura, proyectos editoriales. ¿Qué emociones te generan venir al Festival del libro hispano de Virginia en su tercera edición?

Es un orgullo y una satisfacción para mí haber sido invitado, por supuesto, y más aun considerando que me preceden autores de la talla de Alberto Chimal, al que conozco y valoro mucho. Me interesa muchísimo también conocer a la comunidad literaria que tienen por allá, y conversar, claro. Estoy muy emocionado de poder estar con ustedes.

-Una pregunta extra: Mi madre soñaba en francés ha sido nominada al Premio Luces 2018 del diario El Comercio como "mejor novela". dentro de lo posible, cuéntanos, ¿qué ronda por la mente de Luis, el escritor y el ser humano, cuando tu obra trasciende?

Siempre es un gran placer ver que lo que uno hace en absoluta soledad tiene algún eco en el mundo.

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